Presidente: ¿No ve que va la luna rodando por Callao?

Muchas veces hemos escuchado decir “respeto su opinión”. Creo que es una frase incorrecta. Las opiniones no están para respetarlas, sino para discutirlas, rechazarlas, cuestionarlas o, en todo caso, adherir a ellas.

Lo que uno debe respetar son las personas, por el simple hecho de que son personas. Y más allá de cómo éstas sean o actúen, son nuestros semejantes y por eso merecen nuestro respeto. Este precepto parece haber sido lamentablemente olvidado en nuestra sociedad argentina. Basta recorrer los diarios, escuchar la radio, prender la televisión u observar lo que sucede en la calle para darnos cuenta de lo mal que estamos los argentinos en este aspecto.

¿Y cómo no? Si desde la máxima autoridad de nuestro país, el presidente de la Nación, lo que recibimos es una actitud agresiva hacia todos los que no pensamos como él, una catarata de mentiras para “mantenernos unidos” (en realidad, para justificar sus deslices), una serie de contradicciones expresadas ya no diariamente, sino por horas, muchísimos errores de apreciación…

Un ciego no ve la realidad, pero puede percibirla por otros medios. Un tuerto no ve media realidad, sino, con alguna dificultad, apresa la realidad completa. El ojo es una cámara fotográfica bastante imperfecta para captar las imágenes, pero el cerebro se encarga de corregir esa visión en función de la experiencia anterior que atesora. Y allí aparecen los problemas de nuestro Presidente, cuyo cerebro parece deformar todo lo que mira, como esos anteojos que hacen aparecer como curvas las líneas rectas.

Eso explicaría que el presidente considere “un debate formidable” la grotesca clase de Historia dada a los gritos por una profesora militante, que entienda que no hay delito en una reunión “que no debió hacerse”, por el simple hecho de que no se contagió nadie, que asegure que no es delito “adelantarse en la fila” y justificar así el vacunatorio VIP, que confunda a un diputado herido por una bala con un candidato para las próximas elecciones, que cuestione irrespetuosamente la forma en que otros países encararon la pandemia del coronavirus, y tantas otras situaciones incomprensibles.

Entonces pregunto: señor Presidente, ¿usted mira la realidad desde el nido de un gorrión? ¿No sería mejor que se dedicara a enloquecer nuestro corazón de libertad? Gracias Astor Piazzolla.