“Te salva / no haber sido / salvado / que no quieran / salvarte”, se lee en la “antiplegaria” con la que comienza el nuevo libro de la actriz y cantante Inés Estévez (1964), que debuta en el género poético con Desesperamor, publicado por Sudestada en la colección Poesía Sudversiva que dirige el escritor Juan Solá. Su poemario está divido en cuatro secciones “elementales”: Agua, Aire, Fuego y Tierra, en las que Estévez alterna poemas brevísimos, casi aforísticos, con otros más extensos, donde desanda vivencias personales en clave lírica: “He estado alimentando / un abismo / dándole el pecho / a nada, / nutriendo / una vergüenza / sencilla y sorda / que nunca iba a crecer”. Como escribe Solá en el prólogo, “la feminidad, lo espiritual, lo erótico y lo territorial confluyen deliciosamente en Desesperamor, que en su extensión y su forma funciona innegablemente como tratado sobre las infinitas bondades del amor, pero también como anticipación de sentido para la inevitable herida de la ausencia”. En la última sección, más terrenal y alejada del “mal de amores”, se incluyen poemas sobre la infancia de la protagonista de El misterio de la felicidad en su Dolores natal (”Añoro mi adherencia enrevesada ante horarios / de sol, / de susto, de agua”) y la “tierra ronca” de América del Sur.

Portada de «Desesperamor”, publicado por Sudestada

Es posible leer los poemas de Desesperamor como una bitácora de la trayectoria íntima y social de la autora. “El libro tiene un significado inmenso, es un punto de inflexión no solo expresivo, evaluado y esperado durante un par de décadas -dice Estévez a LA NACION-. La salida del libro acompaña un momento personal de crecimiento interno incalculable. Y un acto de valor, porque la poesía está hecha de sentires y emociones expuestos y armonizados en consonancia con la esencia de alma de quien escribe. Puedo decir, sin dudarlo, que no recuerdo momento de alegría mayor en lo que va de mi existencia. Y no exagero”.

En 2011, la actriz y cantante publicó su primer libro. “Escribo desde que sé hacerlo -revela-. Y siempre poesía. La salida de La Gracia, una novela hecha de cuentos entrelazados, fue la antesala para atreverme a mostrar este poemario”.

Desesperamor está compuesto de poemas escritos entre finales de los años 1980 hasta 2007. “De modo que el proceso fue dejar caer y a veces directamente exudar versos durante años. Luego con Juan Solá decidimos diagramarlos, agrupándolos en los cuatro elementos. La escritura fue siempre intuitiva y descargada al papel sin mediar correcciones, y así fue transcripto al formato libro. Escribir me ha salvado de muchas formas. Y la salida de este libro también”.

Para el director de la colección, Estévez “sabe decir de un modo que no solo conmueve, sino que además invita a la acción de repensar la noción del amor desde sus modos y alcances; se permite la respuesta que oxigena y trae consigo el instante de paz, pero también la duda que exige la persistencia en la búsqueda, el aventurarse a la ignota vastedad oceánica”.

“Mejor ser trashumante / que tierra malherida”, se lee en un poema. Como se dijo, la última sección del libro -la terrenal- reúne una serie de poemas que puede ser leída en clave política e, incluso, profética, como pasa con el poema “Afganistán”, escrito años antes de la reciente toma del poder de los talibanes en el país asiático.

Un poema de Inés Estévez

Afganistán

Aquí solo lluvia de amor perdido.

Solo dorar el cuerpo herido por la sombra,

solo bordear

el rango adusto de la muerte.

Un hombre joven muere y ve su piel desnuda el

alba,

la ven los ojos de un fotógrafo aterrado,

la ven los impresores en el mundo,

la veo yo, que sufro por esa piel que pude haber

amado

de haber sido,

la misma piel que acarició su madre cuando el

cuerpo era niño.

Río de pena por otro rostro exangüe

que acribillan

en las páginas cruentas de otro diario.

Risa feroz que se deriva en llanto,

llanto y cruz, llanto inútil, llanto fatuo.

Qué puedo resolver con este espanto cuando

aguanta

la tierra,

cuando el canto

se alza en los jardines de inocencia que revisten

la vida cada tanto.

Mujeres que destilan elocuencia arrancándose

velos

lo atestiguan,

viejos que danzan

mientras surcan las ensordecedoras advertencias

de poder abusivo

por sobre sus cabezas antiguas y alienadas.

En una calle polvorienta aquella joven ha parido

un hijo,

cien metros más allá, su padre se debate entre el

escombro.

Somos vida y horror,

el severo acertijo del destino

somos pan

somos vino

somos dolor y muerte.

Somos raza de suerte,

aniquilar camino es nuestra traza,

destruir nuestra casa, nuestro sino.

Sin embargo hay Virtud.

Hay feroz necedad

y también un gran hombro soportándolo todo;

desde el genuino lodo

de nuestra austera esencia,

hasta la artera zona que no nombro.