El histórico líder de la izquierda que fue expulsado de su partido y vaticina una “rebelión popular”
El mundo de la izquierda se presentó en esta campaña con una anomalía: el histórico referente del Partido Obrero, Jorge Altamira, participará con un sello propio en las elecciones legislativas. Su nuevo espacio, Política Obrera, lleva el nombre originario del Partido Obrero, la organización que Altamira lideró durante décadas y de la que fue expulsado, junto a otros cientos de militantes, en 2019. “Hemos llevado la crisis del PO al plano nacional. Ellos querían limitarla y ahora van a tener que debatirla”, desafía el dirigente, quien será precandidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires.
Acompañado por otro expulsado y también precandidato, Marcelo Ramal, Altamira recibió a LA NACION en uno de sus locales partidarios del barrio de Almagro. Ambos dirigentes denuncian las consecuencias de un inminente acuerdo con el FMI, que deberá pasar por el Congreso, “en donde ya está en discusión la agenda de la reforma laboral, el aumento de la edad jubilatoria y toda una serie de políticas antiobreras”. Y proponen una salida “propositiva” a la crisis social: establecer un salario mínimo que cubra el costo de la canasta básica familiar, llevar la jubilación mínima al 82% del salario mínimo, vital y móvil, y repartir todas las horas de trabajo para erradicar la desocupación.
-¿Cómo se explica que Jorge Altamira no forme más parte del Frente de Izquierda?
Jorge Altamira: -En mayo de 2019, el Partido Obrero decidió expulsar sumariamente a 1200 militantes. Nosotros reclamábamos formar una tendencia sobre la base de ciertos planteos que estaban por escrito, apelando a los estatutos que habilitan que, si un agrupamiento de compañeros tiene una discrepancia sobre algún tema, esa discrepancia se desenvuelva dentro del partido, sin necesidad de que se produzcan rupturas. La respuesta fue la expulsión, justificada con un eufemismo típicamente estaliniano: ellos no nos expulsaron, sino que nosotros nos quedamos por fuera.
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-¿Una cuestión procedimental?
Altamira: -No, una cuestión de carácter principista. Un partido que no tiene democracia interna, no va, por lo menos para los socialistas. Es un problema político y estratégico. ¿Cómo va a gobernar ese partido? Además, nosotros identificábamos una tendencia del Frente de Izquierda (FIT) al electoralismo. Es decir, una tendencia a considerar los procesos electorales como estratégicos, con independencia de la situación política.
Jorge Altamira (Santiago Filipuzzi/)
-¿Esa discusión no estaba presente incluso desde antes del 2019?
Altamira: -Bueno, esa era nuestra diferencia con el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y con Izquierda Socialista [los otros partidos que conformaban el FIT, antes del ingreso del MST]. Y el que encabezaba la crítica esa era yo. Hoy podemos decir que el actual PO oficial es una sucursal del PTS. Con las expulsiones del 2019, el propósito electoralista deforma al PO y revela un interés material en el “carrerismo” propio. Nosotros nunca nos fuimos del partido. En un primer momento adoptamos la expresión Partido Obrero-Tendencia. Ahora, para ir a las elecciones, llevamos el nombre fundador del partido: Política Obrera.
Marcelo Ramal: -No fue una tarea fácil conseguir la legalidad en medio de la pandemia, pero lo logramos. Empezamos todo por internet.
Altamira: -Dos años después de la crisis, vamos con listas en la Capital, la provincia de Buenos Aires, Tucumán, Santa Fe, Salta y Santiago del Estero. Hemos llevado la crisis del PO al plano nacional. Ellos querían limitarla y ahora van a tener que debatirla. Todo esto te demuestra que lo que pasó no fue un asunto privado, lo que desmiente a [el precandidato a legislador por el Frente de Izquierda-Unidad (FIT-U), Gabriel] Solano cuando dice que es un capricho personal mío.
-¿Fue la derrota suya en manos de Nicolás Del Caño, en las PASO de 2015, un antes y un después?
Altamira: -Eso pudiera parecer en el momento. Cuando la crisis comienza a desenvolverse se ve que tiene antecedentes, que tiene manifestaciones políticas.
Ramal: -No es tanto el hecho del 2015, sino la asimilación política que todo un sector de la dirección del PO hizo de ese episodio. Cuando se producen los resultados de las PASO de aquel año, nuestro primer balance es que efectivamente un sector electoralista de la población fortaleció a la lista del PTS. Eso permitía caracterizar políticamente ese desenlace. Pero con el tiempo pudimos verificar que otros compañeros hicieron otro balance, que derivó en la decisión de que el partido tenía que adaptarse y moldearse a esa deriva electoralista para sobrevivir. En resumen, lo que importa de esa interna de 2015, más allá del episodio electoral en sí, fue esa asimilación política negativa que se hizo a partir del resultado.
-¿No hubo también una incomodidad con el liderazgo de Altamira?
Altamira: -Una incomodidad con mi liderazgo es una incomodidad con una trayectoria. Y pone de manifiesto el “carrerismo” que te mencionaba antes. Hay una tradición histórica, una trayectoria, que colisiona con la nueva línea. No es un pensamiento abstracto, es una trayectoria histórica. Un método político.
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-Hoy, desde el plano proselitista, la confusión existe. ¿Por qué un votante de izquierda debería elegir la boleta de Política Obrera y no la del FIT-U?
Altamira: -Nosotros sentimos que potencialmente tenemos un gran arrastre, pero la gente ni siquiera sabe todavía que hubo una crisis en el PO. Ahí nosotros tenemos que hacer un esfuerzo de clarificación, que hubiera sido más positivo para todos de haberse dado en el marco de una interna. Nosotros propusimos una PASO de toda la izquierda. Eso hubiese ayudado a que los electores entiendan mejor lo que pasa. Y naturalmente salíamos con una lista en común, garantizando la unidad. Finalmente, es el FIT-U el que al final termina yendo a primarias, habiéndose puesto de acuerdo en un programa. Eso quiere decir que solo disputan cargos.
Ramal: -Ellos negaron la interna que planteábamos nosotros, en la que podríamos haber deliberado políticamente, para después aceptar una interna que en definitiva solo va a dirimir posiciones.
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Altamira: -Estas polémicas al interior de la izquierda, en un país con una crisis tan aguda, con tendencias a la rebelión popular, son polémicas que preceden a quién va a ser la dirección de esa rebelión. Nosotros somos partidarios de la unidad en la claridad. No somos partidarios de la claridad en la división, ni partidarios de la unidad en la confusión. Y esta dialéctica de contrarios siempre la hemos manejado. Es nuestra marca histórica y por eso es indudable que la continuación del PO somos nosotros.
-¿Qué se juega políticamente en este 2021?
Ramal: -El acontecimiento político fundamental que va a ocurrir después de las elecciones es el acuerdo del Gobierno con el FMI. Con la particularidad de que el propio Fondo Monetario reclama que el acuerdo sea refrendado en el Congreso, ya que desconfía de la precariedad política del oficialismo y quiere que todos pongan el gancho. Detrás de toda la escenificación de la campaña, se está discutiendo quiénes van a integrar el Congreso del FMI, en donde ya está en discusión la agenda de la reforma laboral, el aumento de la edad jubilatoria y toda una serie de políticas antiobreras. Ante este panorama, el FIT-U lo único que dice es que tiene que ser tercera fuerza. No están pensando en organizar al movimiento obrero frente a la crisis que viene, sino en cómo los trabajadores les salvan la vida a ellos.
-¿Qué plantean ustedes?
Ramal: -Nosotros vamos a hacer de la tribuna parlamentaria un elemento de clarificación política para incentivar la movilización popular. Por eso impugnamos el electoralismo, que no pasa por si se decide intervenir o no en una elección, sino por convertir el fenómeno electoral en un fin en sí mismo y en una meta excluyente. Es necesario desarrollar una orientación, una comprensión política, para que la clase obrera vea las cuestiones que va a enfrentar en el período que viene.
Altamira: -Ahí hay que agregar algo más. El FIT-U considera que el FMI ya está, que no se debe denunciar su vuelta. Que lo que hace el Gobierno ya es el FMI actuando. Es cierto, cuando un gobierno sigue la política del FMI evidentemente es un agente del FMI, pero un acuerdo es otra cosa. Los organismos internacionales quieren la norma legal que establezca sus políticas, y que además asegura su permanencia en el tiempo.
-¿Cuál sería entonces la agenda parlamentaria de Política Obrera?
Altamira: -Nuestra denuncia del FMI parte de un planteo propositivo. Nosotros proponemos un salario mínimo que cubra el costo de la canasta básica familiar, una jubilación mínima al 82% del salario mínimo vital y móvil, y un reparto de todas las horas de trabajo. Es un programa incompatible con la firma con el Fondo.
Ramal: -Acá la pregunta es si una sociedad se aborda desde el lugar del capital financiero o si se aborda desde el mundo del trabajo, de la mayoría que labura. Por eso, hay una serie de cuestiones que son centrales en la agenda de la clase obrera frente a este cuadro político. En primer lugar, el salario está completamente pervertido. Cuando se menciona qué nivel debería que alcanzar, todas las referencias son a la famosa canasta básica, que es la canasta de pobreza. El régimen que tenemos declara su conformidad con el régimen salarial si una persona gana 67.000 pesos, esto sin mencionar a una masa de gente que está por fuera del mercado laboral y que tiene que cobrar una pensión de indigencia para sostenerse. El problema de la pobreza integra a toda la clase obrera, como se verifica que hoy, que el 50% de los que ganan un salario no llega a esa famosa canasta de pobreza. Nosotros creemos que la economía tiene que ser reorganizada en función del ingreso compulsivo al trabajo de todos los que hoy están desocupados. Y reunir, a través de una dirección del proceso económico por parte de los trabajadores, dos cuestiones que son complementarias y están fracturadas. Una es la necesidad gigantesca de vivienda social, lo que daría lugar a un trabajo inmenso de obra pública, que a su vez reuniría a una masa de fuerza laboral desocupada que además es la misma que padece el hacinamiento. Ahí se ve, en esa incongruencia, un régimen social que no funciona.
Jorge Altamira y Marcelo Ramal (Santiago Filipuzzi/)
-¿Están de acuerdo con la reducción de la jornada laboral a 6 horas?
Ramal: -Hay mucho debate acerca de eso. Nosotros creemos que es una discusión con naipes marcados. Porque hay que decir exactamente qué significa. Una reducción de la jornada laboral debería ser parte de una reorganización progresiva y favorable a los trabajadores, siempre y cuando se les mantenga el salario y las conquistas laborales. Ha habido políticas de reducción de la jornada laboral en Europa, pero que han sido la coartada de la flexibilidad laboral.
Altamira: -Acá tenemos un gran problema de orden político. Cuando vos tenés 3 millones de desocupados y 50% de pobres, el planteo de la reducción de la jornada laboral para el que tiene un empleo es una injuria para todo el resto. Por lo tanto, aunque coincidimos, creemos que es una consigna inconsistente. No se puede hablar de una jornada laboral de 6 horas sin hacer referencia a la desocupación, no se puede atender al que tiene un trabajo sin atender al que no lo tiene.
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-Algunos especialistas sostienen que los sistemas previsionales están en peligro en el mundo porque cada vez hay menos trabajadores que aportan.
Ramal: -Eso es una falacia. El rendimiento del trabajo da cuenta de que, si antes un trabajador pagaba su jubilación trabajando 30 años, ahora se la paga en 15. Es decir, los mismos motivos que ellos alegan para decir que la pirámide se acható, te demuestran que perfectamente existe la posibilidad de sostener el salario diferido, que es lo que se ha destruido.
Altamira: -A mí me ofende mucho el argumento capitalista. Bajan los salarios, lo que lleva lógicamente a que los obreros aporten menos. Después se quejan de que no pueden pagar las jubilaciones. Hacé una cosa muy sencilla: subiles el salario. Cuando el capital dice todo eso, está confesando que es un régimen de tiempo limitado. Porque si todo el proceso económico es un proceso de incremento de la productividad, y todo incremento de la productividad va a provocar desempleo, entonces tu sistema no sirve. Vamos hacia el socialismo, donde aumentaría la productividad y la gente tendría un laburo.
-¿Creen que hay terreno fértil para una salida por izquierda en este contexto?
Ramal: -Pasadas las elecciones, la Argentina va hacia una gran crisis social y política. El FMI va a plantear un ajuste sobre un país que no tolera más ajustes. Entonces, volviendo a los problemas estratégicos de la izquierda, la campaña electoral se convierte en un gran escenario de preparación política para los trabajadores. Nosotros legalizamos el partido y a los pocos días ya estábamos abordando ese desafío. Llegamos después de un gran esfuerzo y con esta gran tarea de llevar adelante esta clarificación política de cara a quien nos quiera escuchar. Superar el piso de las PASO le daría a esta lucha política un impulso. Ese es el objetivo que vamos a tratar de conseguir.