Por qué es tan difícil tener ideas originales y cómo no dejar de ser único
Isaac Newton y Gottfried Wilhelm Leibniz formularon simultanea, pero independientemente, el cálculo. Carl Wilhelm Scheele, Joseph Priestley y Antoine Lavoisier descubrieron cada uno por su lado el oxígeno. Charles Darwin y Alfred Russel Wallace trabajaron paralelamente la Teoría de la evolución de las especies.
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Apenas tres de las numerosas ocasiones en las que ideas tan extraordinarias como esas, así como tantas que lo son mucho menos, se repiten. En el mejor de los casos, se le puede atribuir a aquello de que “las grandes mentes piensan parecido”. En el peor, pueden dar lugar a acusaciones de plagio, robo o, quizás más hiriente, falta de originalidad.
Sin embargo, hay quienes piensan que es casi inevitable que suceda y otros que nos recuerdan que el concepto de originalidad como fuerza principal en el proceso creativo es algo relativamente reciente.
¿El fin del mundo?
En el verano de 1998, dos películas competían por ser el éxito de taquilla de la temporada: Armageddon e Impacto profundo. Una contaba la historia de la carrera para salvar al mundo de un asteroide en curso de colisión con la Tierra. La otra, la carrera para evitar la destrucción de la humanidad por un cometa.
Aunque hubo rumores de robo de la trama, nunca se probó nada, entonces, ¿cómo dos éxitos de taquilla con un tema tan sorprendentemente similar llegaron a la pantalla grande con unas semanas de diferencia? Para la crítica de cine Kristen López, ambas fueron una reacción a la relativa estabilidad de Estados Unidos en ese momento.
Ben Affleck y Bruce Willis en la premiere mundial de Armageddon, en 1998 (AP/)
“No había énfasis en la guerra, el nivel de desempleo era bajo, entonces, ¿qué mejor manera de celebrar eso que mostrar un relato ficticio de cómo todo podría salir mal?”. Pero fuera de este mundo, estaban sucediendo otras cosas que también influyeron.
Cuatro años antes, el mundo vio cómo Júpiter fue golpeado explosivamente por fragmentos de un cometa. Según López, en ese momento, había más interés en la exploración espacial que nunca, por lo que era el escenario ideal para mostrar nuevos efectos especiales.
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En lugar de ser producto del plagio, ambos eran reflejos culturales de una experiencia compartida en Estados Unidos de finales de la década de 1990.
¿Cómo surgen las “coincidencias”?
A menudo enfatizamos la importancia de la singularidad y la originalidad. Después de todo, es agradable sentirse especial. ¿Cómo, entonces, seguimos proponiendo las mismas ideas? El doctor Michael Muthukrishna de London School of Economics lo atribuye a nuestra evolución cultural. Explica que nuestras nuevas ideas surgen cuando experimentamos y reflexionamos sobre problemas, leemos artículos, conversamos con otros y unimos todo esto.
Si está en nuestra naturaleza, ¿estaremos entonces condenados a la falta de originalidad? (Shutterstock/)
“El asunto es que la fuente de nuestras ideas también es la fuente de las ideas de otras personas”, dice. Como “animales culturales que dependen de la información transmitida socialmente”, los humanos comienzan a actuar colectivamente como un solo cerebro, alimentado, en parte, de conocimiento acumulado por generaciones.
Como todos estamos aprovechando el mismo banco de sabiduría, es de esperar que se nos ocurran aproximadamente los mismos conceptos al mismo tiempo, un fenómeno que se conoce como invención simultánea. Es decir que nuestros cerebros están programados para la falta de originalidad, evolucionamos como un cerebro colectivo, absorbiendo nuestras señales culturales compartidas y buscando lo que funcionó en el pasado.
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La originalidad no es tan antigua
Y si la concepción de las mismas ideas al mismo tiempo es parte de nuestra condición humana, entonces ¿por qué nos sentimos tan mal cuando nos sucede? Nuestros complejos en torno a la originalidad se remontan al período romántico, explica el profesor Nick Groom de la Universidad de Macao.
“La originalidad es algo que damos por sentado hoy en día, pero de hecho la originalidad es algo que tiene una historia, y es una historia que cambió radicalmente, particularmente en el siglo XVIII”, le dijo a la BBC. El romanticismo nació a finales del siglo XVIII en Europa y fue una escena artística y literaria que floreció hasta mediados del siglo siguiente. Sus grandes nombres fueron escritores como William Wordsworth, Samuel Taylor Coleridge y Lord Byron.
Los románticos lidiaron con un concepto completamente nuevo de originalidad, ya que antes de mediados de ese siglo, la imitación era aplaudida. “Los escritores se esforzaban por imitar a los antiguos para escribir en un estilo homérico o virgiliano, también para emular a escritores como William Shakespeare o John Milton”.
Pero a mediados del siglo XVIII la política británica estaba impactando las ideas artísticas sobre las formas más altas de creatividad. “Esa idea realmente surgió a medida que el partido de los Whig (antiguo nombre del Partido Liberal británico) ganó terreno en la política británica.
Creatividad, siempre presente en el mundo emprendedor
“Sus ideas estaban muy asociados con el protestantismo, el progreso, la importancia de los parlamentos. Eran muy emprendedores. También impulsan las ambiciones imperiales. Así que ese espíritu emprendedor desarrolló todo un lado cultural de su política, y curiosamente, eso enfatizó la originalidad”, señala Groom.
En 1759, un crítico inglés de 76 años llamado Edward Young articuló este cambio de la imitación y la deferencia al mundo clásico de la Antigua Grecia y Roma, a una celebración del genio romántico. “Cuando Edward Young publicó sus Conjeturas sobre la composición original, estableció la agenda de que el valor literario se podía medir según la originalidad, la creatividad, y que eso era un signo de la genialidad”.
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Y la originalidad era algo que podía monetizarse. “Había una sensación de que el arte tenía un aspecto comercial importante, pero está justificada en términos culturales. “Esa es una de las cosas que condujo a esa distinción tan marcada entre lo que es original y creativo, y por lo tanto bueno, y lo que es plagiado y robado, y por lo tanto malo”.
El principio del alma de goma
Alguien que pensó y repensó lo que significa ser original es el periodista y autor de libros sobre la conducta humana Ian Leslie.
Para él, no hay ningún problema en cubrir temas ya explorados por otros, porque lo que realmente importa es tener una perspectiva única sobre ellos ya que es eso lo que hace que las ideas se sientan frescas y únicas. Es lo que llama “el principio Rubber Soul” (alma de goma), en honor al álbum de The Beatles del mismo nombre.
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Los Beatles produjeron Rubber Soul después de sumergirse en la música de Motown, y aunque los resultados tuvieron influencias del soul, el sonido seguía siendo inconfundiblemente el de la banda. Por lo tanto, tus ideas, opiniones o creaciones no tienen que ser completamente innovadoras, de hecho, es casi seguro que no lo serán.
Sin embargo, si dos personas ven la misma idea a través de diferentes lentes, cada una tendrá una visión única de ella. Y esas diferencias serán las que agreguen valor a la idea compartida. Como dice Leslie, “debés asegurarte de que tu gama de influencias sea lo más amplia posible. Eso es lo único que ayuda a ser original: siendo la única persona que tiene esta amplitud, variedad, profundidad y sofisticación de influencias”.