Milo Lockett: un volcán en erupción hecho artista

La galería estaba abierta, era martes a la tarde, entraba y salía gente. Él saludaba amablemente a todos, no eludía ni miradas, ni preguntas. Tampoco a mí, que sin conocerme me recibió con extrema amabilidad.

Me asombraba su habilidad, su destreza. Como si tuviese ocho brazos contestaba el teléfono, negociaba con Viviana Waizmann, que apilaba obras para su galería de Nueva York, posaba u hablaba conmigo y sacaba un cigarrillo para de inmediato salir a fumar. Es una máquina, un volcán en erupción hecho artista.

«Yo arranqué tarde –me dijo, mientras preparaba una tela de dos por uno y pico–. Yo era industrial, tenía una fábrica, siempre quise ser industrial, quería fabricar cualquier cosa: escobas, cocinas, cualquier cosa.»

Y lo lograste, sos una fábrica de obras de arte. Tiene y produce tanto que ni un beduino más avezado de Marrakech con sus miles de alfombras se le compara. No para: pinta, habla, bebe, fuma y enseguida, casi sin pensar, termina otra de sus obras.

Asombroso, además es buen tipo, cálido y buen anfitrión. No quiere que me vaya, yo tampoco pienso en el tiempo. Milo, me voy… es retarde, tengo que ir al diario…

Che, veámonos, venite y hacemos algo… Abrazo, palmada doble, saludos a Chani…

Chau máquina…

Fernando GutierrezCon Fer EntínFernando GutierrezEn su galeríaFernando GutierrezPresentanto su último libro infantilFernando GutierrezCon Enriqueta, su asistente