El Teatro Nacional Cervantes celebró sus 100 años
El Teatro Nacional Cervantes, la histórica sala que hace exactamente un siglo abrió sus puertas con el estreno de La dama boba, de Lope de Vega, festejó su siglo de vida. No fue, como sucedió en 1921, con el público e invitados llenando la sala María Guerrero, que lleva el nombre de la actriz española que se empecinó en conseguir fondos y construir el impactante teatro ubicado en la esquina de Córdoba y Libertad. Es que el protocolo sanitario por el Covid impone sus reglas y por ese motivo fue una celebración exclusiva para invitados (una pena tratándose de una sala sostenida con dineros públicos). Originalmente, estaba previsto el estreno de La comedia es peligrosa, la obra que está dirigiendo Ciro Zorzoli, pero que quedó postergada para el mes próximo por los típicos destiempos de estos días.
Alejandra Flechner, Susana Rinaldi, Tristán Bauer, Cristina Banegas, Víctor Laplace y Victoria Onetto en el momento en el que se descubrió la placa por los primeros 100 años de la sala (Mauricio Cáceres y Ailén Garelli/)
Desde las 19 horas, por el foyer de estilo español circularon Cristina Banegas, Luciano Cáceres, Alejandra Flechner, Gonzalo Demaría, Javier Daulte, Susana Rinaldi, Paola Barrientos, Roxana Grinstein, Laura Novoa, Víctor Laplace, Alberto Fanego, Ciro Zorzoli, Ana Alvarado, Jorge Telerman y Rubens Correa, exdirector del Teatro durante casi una década.
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A la única sala que depende del Gobierno Nacional y que conducen Rubén D’Audia y Sebastián Blutrach, director general del Cervantes y encargado de la programación, respectivamente, también llegó Tristán Bauer, ministro de Cultura de la administración central. Así como en el hall de la sala hay varias placas, una de ellas recuerda el kilómetro cero de este teatro que, en 1926, lo compró el Estado para salvarlo de un futuro de casino o cabaret. Ahora hay una nueva placa que rinde “homenaje a sus primeros 100 años”.
En ese tono de celebración histórica, varios espacios de la planta baja y del primer piso fueron ocupados por fotos en blanco y negro, vestuarios de diversas puestas, un video que da cuenta del movimiento del escenario, figurines, consolas de luces y sonido, elementos escenográficos y demás objetos que fueron usados a lo largo del siglo (en verdad, mayoritariamente, de la última década). En el mismo foyer, sobre tres de las paredes laterales, ubicaron los trajes y un elemento escenográfico de La dama boba, aquel montaje que protagonizó María Guerrero; de Ollantay, obra de Ricardo Rojas que se estrenó en 1936 en la que actuaron, entre otros, Iris Marga y Luisa Vehil y que dirigió Antonio Cunill Cabanellas, figura clave del teatro ya en tiempos de administración pública, y dos vestuarios diseñados por Renata Schussheim para las obras de Copi que protagonizaron, en 2018, Benjamín Vicuña y Juan Gil Navarro.
En el descanso de la escalera se cuenta, año por año, los hitos de cada temporada y datos históricos. Llamativamente, el más extenso es el dedicado al año pasado. Esta muestra, próximamente, podrá ser visitada por el público en general.
Marcos Montes, María Merlino y Vanesa Maja fueron los tres intérpretes que hilvanaron una propuesta vinculada con momentos históricos y ecos de esta historia centenaria (Mauricio Cáceres y Ailén Garelli/)
A las 20, como estaba previsto, los invitados se ubicaron en la sala principal (las otras dos del Cervantes todavía no están habilitadas). Allí, el director Juan Parodi presentó una propuesta creada para el homenaje y que contó con las actuaciones de María Merlino, Marcos Montes y Vanesa Maja, tres intérpretes de fino talento, y música original interpretada en vivo por Guillermina Etkin. “¿Qué es un siglo para un teatro?”, se preguntan sin necesidad de reparar en las posibles respuestas. Para dejar las cosas bien en claro, apelando siempre a la ironía, aclararon que luego no habría cóctel ni nada de esas cosas del viejo protocolo para actos de este tipo. Cada uno a su casa, que es lo que ocurrió.
La propuesta, de una cuidada paleta visual y sonora, fue reparando en aspectos claves de la rutina teatral que, claro, los espectadores de anoche conocen a la perfección porque muchos de lo que estaban sentados en la platea o en los palcos habitaron esa misma sala en diversas oportunidades. Cuando el relato escénico reparó en el incendio de 1961, inevitablemente sonó el nombre de Víctor Roo, aquel trabajador de la sala que logró activar el telón contra incendios evitando que la sala quedara destruida en aquella noche trágica del 10 de agosto. Ese incendio dañó notablemente la tela que cubría el techo de la sala principal. Mapping de por medio, el techo se fue cubriendo de la imagen imaginada por el pintor Salvador Alarma que terminaba de vestir a la sala de 800 espectadores. Así fue como lo oculto se hizo presente.
La sala principal que lleva el nombre de María Guerrero, la artista que construyó el teatro, volvió a lucir, mapping de por medio, la tela ubicada en el techo que se dañó en el incendio de 1961 (Mauricio Cáceres y Ailén Garelli/)
Presa de la cronología, la propuesta, en un cambio muy abrupto de tono, puso en escena varios pasajes de La dama boba que estuvo a cargo de la compañía de Teatro Clásico, que dirige Santiago Doria, que se extendió innecesariamente o que hubiera ameritado una relectura que tuviera una sintonía con lo que se venía proponiendo. Pero pasado ese momento, volvieron los tres intérpretes y el festejo fue recuperando algo del terreno transitado con momentos muy bellos, como cuando la vestuarista Teresa Martínez ocupó el centro del gran escenario mientras María Merlino le iba acomodando su espectacular vestido.
Para la escena final, se subió uno de los telones y alrededor de una larga mesa fueron llegando trabajadores de la sala, vestidos con trajes de diversos personajes, que se apropiaron del espacio mientras se escuchaban voces en off de ellos mismo contando sus vivencias. Por allí estaba “la chica de los recibos” que todos la persiguen hasta cuando va al baño preguntándole por el vital recibo de sueldo, o el operador que contaba que de tanto de ver una obra clásica cuando se iba comer con sus compañeros de trabajo incorporaba los textos de la obra en medio de la comilona; o la impresión de la primera trabajadora trans que empezó a trabajar en la sala hace poco tiempo. Fue, claramente, el momento más emotivo, mágico y bello de la noche.
En el espectáculo que presentó Gustavo Tarrió hace unos años, que se llamó La guiada y que contaba la historia de sala, allí aparecía el relato de otra trabajadora histórica de la sala. Betty, decía: “Vos podés pensar la historia del arte como ir a un supermercado. Pero acá se cocina el estofado”. Anoche, alrededor de esa gran mesa en medio del escenario principal, estuvieron ellos: los que cocinan este estofado centenario. El estreno de La comedia es peligrosa, la obra que está dirigiendo Ciro Zorzoli en base a un texto de Gonzalo Demaría, quedó postergado para el mes próximo por los vaivenes de estos tiempos.