En el mundo de las finanzas se conoce como el “salto del gato muerto” (dead cat bounce) al previsible y efímero incremento de precios de cualquier activo cuyo valor ha caído estrepitosamente cuando no hay razones de fondo que permitan sostener por más tiempo esa corta recuperación.

Aunque nunca lo hayan visto, los operadores creen que un pobre felino caído desde la altura, rebota contra el piso aun muerto. Pero el rebote de la poco feliz metáfora no es duradero ni sustentable. Es solo un instante para lograr una conveniente y engañosa foto del gato levitando.

La metáfora aplica a la economía argentina. Luego del derrumbe del 10% el año pasado, se prevé una recuperación del 7% este año y del 4.5% en 2022. La reanudación de las actividades, más los “anabólicos” lanzados desde el Gobierno para aumentar el consumo, configuran un costoso esfuerzo fiscal, para que el gato muerto rebote lo más alto posible.

Tanto para el Instituto Patria como para la Casa Rosada resulta indispensable que se lo vea en el aire el día de las elecciones generales de noviembre. Esa será la fecha en que se tomará la foto y el pobre felino deberá estar, en esos precisos instantes, a varios centímetros del piso como radiante querubín. Nadie explica qué ocurrirá al día siguiente, cuando se descubra que el muerto bien muerto estaba.

Las medidas para hacer rebotar al gato, con más gasto y emisión, son contradictorias con cualquier visión seria de futuro. Y empeoradas por los controles, prohibiciones y subsidios impuestos para que ni el dólar ni los precios reflejen aquellos desbordes. Mortales pócimas para el gato, que jamás resucitará después de noviembre.

Esa conjunción de artificios y contradicciones hace sospechar que tantos esfuerzos solo tienen por objeto lograr que Cristina Kirchner sea sobreseída en todas sus causas penales, a cualquier costo institucional, social y político.

La orden de utilizar todos los artilugios y trampas posibles para lograr un rebote olímpico y que la vicepresidenta alcance sus absoluciones incluye un reciclaje “progre” de los consejos festivos del denostado Jaime Durán Barba, en 2015. En lugar de los ingenuos “globitos amarillos”, un viaje en nube alucinógena permitiría alcanzar ya mismo ese futuro deseado y evadirse del drama a quienes no tienen trabajo, ni pan, ni techo.

Con lenguaje informal, los principales voceros del Frente de Todos intentan seducir votantes proponiéndoles “salir a la vida que queremos” e invitan a los jóvenes al baile, al disfrute y al sexo. Cuesta creer que la burda maniobra urdida para beneficiar a la jefa, pero también a Hugo Moyano, a Cristóbal López, a Lázaro Báez, a Julio De Vido, a José López y a tantos otros protagonistas de la peor pesadilla argentina logre encender una pulsión de Eros capaz de opacar a tantos Tánatos.

Nuestro país aumentó su nivel de pobreza desde la crisis de 2001 hasta alcanzar hoy el 42%. Se registra, además, el 25% de desocupación juvenil y el 45% de trabajo informal. En 2015, el 40% de las personas recibía algún tipo de subsidio social hasta aumentar al 50% como consecuencia de la pandemia.

Es frívolo pensar que ese drama, causado por la inflación, se solucionará con un breve “rebote” impulsado con más inflación. El baile, el goce y el sexo durarán poco cuando, después de noviembre, se vea que el gato sigue muerto.

Entristece comprobar que el peronismo tradicional, cooptado mayormente por el kirchnerismo, siga subiéndose en un trencito “zombi” rumbo al abismo al solo fin de beneficiar a Cristina Kirchner y a su séquito de sindicalistas corruptos y empresarios procesados, dejando sin futuro a nuestros hijos.

Ni el ministro de Economía, Martín Guzmán, ni su sosia bonaerense, Axel Kicillof, hacen ninguna propuesta para que se abra un horizonte de esperanza con vistas al crecimiento genuino, con inversiones y nuevos puestos de trabajo. Con cuidada ambigüedad, prometen “poner a disposición los instrumentos que hagan falta para recuperar el empleo y la producción nacional”.

Sin moneda, sin crédito y sin inversión jamás tendrán los instrumentos que harán falta para recuperar el empleo y la producción nacional. A pesar de sus clases magistrales, no habrá ni ingreso de capitales ni pesos para financiarse ni coordinación de expectativas ni confianza inversora. Solo más impuestos y más emisión monetaria como hasta ahora, pero cada vez con menor posibilidad de retorno. Las divagaciones académicas acerca de energías alternativas, ambientalismo, litio, gas de esquisto o cualquier otro ingrediente del siempre evocado potencial de la Argentina no servirán de nada sin moneda, sin crédito ni inversión. El marxismo de cafetín no sirve para erradicar la pobreza ni para crear empleos.

Desde el Antiguo Egipto, es bien sabido que los gatos tienen siete vidas. No podrán resucitar al nuestro quienes solo pretenden aprovecharse de su foto levitando. Tampoco si procuran momificarlo con lienzos e inciensos de un pasado setentista, en lugar de entrar al siglo XXI con propuestas serias, dejando el baile y el disfrute panza arriba para cuando el hambre y el desamparo hayan sido erradicados.

No todo está perdido aún. Mediante un consenso colectivo que reafirme los valores de nuestra Constitución nacional, nuestro micifuz podría superar la caída, erguirse y asegurar el crecimiento con empleo y prosperidad para todos.