Cómo se debe adaptar el sector frente a los cambios climáticos

Durante el encuentro “El nuevo sistema alimentario: del campo al hogar”, organizado por LA NACION, especialistas del rubro intercambiaron opiniones sobre los desafíos de adaptación que debe enfrentar la industria agropecuaria frente a los cambios climáticos y otros temas que acomplejan al sector.

“Hoy, existe una demanda global latente para que todo lo que produzcamos lo hagamos con menor huella ambiental, despidiéndonos de las energías de origen fósil para incursionar en las renovables y tener mucha resiliencia, capacidad de adaptación y mitigación al cambio climático”, dijo María Beatriz Giraudo, presidenta honoraria de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).

María Beatriz Giraudo, presidenta honoraria de Aapresid (Fabián Malavol/)

Opinó que el país lleva más de 20 años en esta senda y lo ejemplificó con la primer gran hazaña en esta materia: la siembra directa. “Una vez instalada, nos permitió detener la erosión de los suelos, tener un uso más eficiente del agua, mejorar las propiedades del suelo físicas, químicas y biológicas, secuestrar más carbono en el suelo a través de la fotosíntesis y que nuestros suelos sean cada vez más fértiles y productivos. Usamos 60% menos combustible de origen fósil y eso se traduce en una diminución de emisiones clave para evitar el calentamiento global”, enlistó.

Entre estos cambios, Fernando Vilella -profesor titular de la Cátedra de Agronegocios y director del Programa de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires- proyectó que, hacia delante, se plantea un cambio en la calidad del tipo de productos y la concentración de determinados nutrientes que deben tener. Señaló, además, que la Argentina es un país bien posicionado en esta materia, ya que tiene un perfil de productor diferente a la media global, en términos tecnológicos y de capacitación, permitiendo así la mejor filtración de las nuevas tecnologías.

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La imperiosa necesidad de adaptarse al clima

En un contexto regional en el que la sequía es uno de los fantasmas que asechan a la producción, “hoy todos los territorios productivos del país están vulnerables al cambio climático”, distinguió Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA, y añadió: “Toda nuestra producción primaria es a cielo abierto y, por lo tanto, es muy llamativo ver cómo los productores necesitan de información climática cada vez con mas intensidad y frecuencia para tomar decisiones”.

Es gracias a las adaptaciones que el sector logra palear la “mega sequía” que aqueja a la región y que “ha generado una enorme dinámica en busca de nuevos períodos de cultivo o productos como el maíz tardío”, ejemplificó, y añadió: “Hoy buscamos adaptarnos buscando conservar más cantidad de agua en el suelo, mejorar la calidad y condición de nuestros suelos. En relación a la biotecnología, tener cultivos resistentes a enfermedades y plagas que aparecen de manera creciente debido al cambio de clima y cultivos que son más eficientes en el uso de nutrientes”. Según el experto, la Argentina es líder global en esta capacidad.

Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA (Fabián Malavol/)

En cuanto a las técnicas que el país podría incorporar, Mercuri recomendó “la rotación de cultivos, evitar el monocultivo de soja, incrementar cantidad de gramíneas en nuestra rotación y volver en mucha zonas a las rotaciones con pasturas”.

El compromiso nacional frente al cambio climático

Según Vilella, la bioeconomía se basa en la reutilización de la biomasa generada en el territorio, en un concepto de economía circular donde lo que antes era un desecho pasa a ser un insumo, un producto con valor agregado. De esta manera, se puede tener un menor impacto en el ambiente y en la sociedad en la que esta inserto en el sistema, comentó el académico.

“Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas o el Pacto de París van a tener una viabilidad cierta en los mercados más importantes y eso puede estar mediado por los organismos multilaterales y los sistemas comerciales que transmiten esa necesidad de los consumidores de que haya una menor huella ambiental y que eso este trazado y certificado”, puntualizó.

Fernando Vilella, profesor titular de la Cátedra de Agronegocios y director del Programa de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fabián Malavol/)

En el caso de la Argentina, observó que “hasta ahora viene mal”, dado que manifiesta que no se están cumpliendo los objetivos para 2030 de llegar a las 359 toneladas de carbono. Esta falta de progreso la fundamenta en las últimas medidas en términos de energía, dado que “la última ley de biocombustibles es un retroceso que va en contra de los acuerdos de París, que, además de impactar del 10% al 15% en el gasoil, aumenta la huella ambiental de todo el sistema”, dijo, y denunció: “Por otro lado, se está por habilitar una planta de energía de carbón en Río Turbio, que va en contra de las tendencias que se están haciendo”.

“Cuanto más sean los consumidores globales, la Argentina tiene más oportunidades de inserción si su dirigencia es capaz de entender esto y promueve un sistema de certificación y trazabilidad que sea mucho más general. Todo lo medido hasta ahora en trigo, ganadería y etanol está muy por debajo de los estándares globales y es una fortaleza, pero requiere más una estrategia y una política acorde”, resolvió Vilella.

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El rol social del campo

Por un lado, Giraudo es una de las impulsoras de la iniciativa Mujeres Rurales, que nació a partir del hecho de que las mujeres rurales son un tercio de la población global, 43% de la mano agrícola y están involucradas en más del 50% de alguno de los procesos que tienen que ver con la alimentación. La especialista ve en las mujeres la capacidad de ser “articuladoras de la necesidad de trabajar juntos lo público y lo privado y poder acercar más las necesidades que hay en cada lugar”.

Por otro lado, Vilella remarcó que “el campo es uno de los principales generadores de trabajo”. Y completó: “Por ejemplo, la cadena de la carne vacuna genera 400.000 puestos de trabajo, cuatro veces más que el sector automotriz, pero esto no está presente en la mentalidad pública. La bioeconomía es federal y si uno le generara reglas de juego equivalentes a las de, por ejemplo, la ley del conocimiento o de vaca muerta, otro sería el rol de la Argentina como exportador. Los cambios tienen que ser estructurales y la bioeconomía es parte de la solución”.